Adicciones y el Duelo
Una adicción es un mal hábito (vicio) considerado enfermedad que prácticamente esclaviza la voluntad de una persona a hacer algo que probablemente es perjudicial para su salud física o emocional, haciendo que éste tome decisiones que alguien normalmente no haría en situaciones normales.
Una adicción funciona como una respuesta en el cerebro ante una experiencia de placer que recuerda uno (comer, beber, etc.) en cualquiera de los sentidos al descargar sustancias en la sangre (dopamina), creando el deseo de volver a experimentar esta sensación. El grado de satisfacción/placer obtenido, cada vez disminuye, y requiere más de esta “fuente de placer”, llegando a ser dañino. Esto sucede especialmente con el uso de sustancias que pudieran lastimar el cerebro, como los químicos, medicinas, y demás sustancias. Como reza el viejo dicho “el veneno no mata, sino la cantidad”. El adicto si no siente este placer, se siente mal, y por ende, busca el placer para sentirse normal o satisfacerse también.
Estudios avanzados en el tema han mostrado cómo funciona una persona ante una adicción, logrando descubrir caminos para poder “normalizar” esta condición. Al suprimir ciertas sustancias que libera el cerebro, o incluso “alterar” ciertos funcionamientos de respuesta en el cuerpo, pudiera uno lograr “olvidar” esta necesidad/dependencia que requiere el cuerpo. Sin embargo, esto está todavía en estudio.
En el caso del duelo, probablemente uno no llegara a estar a este nivel de gravedad/enfermedad, sin embargo, es bueno aprender cómo funciona el cerebro y como una persona reaccione ante algún estímulo o recuerdo.
Es una enfermedad física o psicológica en la que una persona se vuelve dependiente hacia algo, llámese sustancia, actividad, o incluso una relación, y no sea capaz de poder controlarlo. Es algo que domina la voluntad de una persona, enfocando todos sus recursos para conseguir o realizar algo deseado. Una persona adicta puede hacer cosas que en su “sano juicio” no realizaría ya que pudiera infringir la ley, lastimar a alguien física o emocionalmente (incluso seres queridos), o lastimarse a sí mismo.
La Dra. Nora Volkow, reconocida psiquiatra, bisnieta de Leon Trotsky, directora del Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA – National Institute on Drug Abuse) nos proporciona información interesante.
Su investigación en las funciones del cerebro han permitido ver el mecanismo de la adicción por drogas. Este estudio indica que el cerebro sufre varios cambios (daños) en su estructura por el consumo de drogas, volviéndolo muy difícil abandonar esta adicción. La corteza Prefrontal, al sufrir estos cambios, crea el deseo o sensación de necesidad que el adicto sabe es irracional pero no puede prevenir. Las áreas más afectadas son las cortezas Orbitofrontal y Cingular, las cuales rigen la capacidad de mantener un enfoque hacia una meta y de hacer un plan de acción. Estas áreas reciben estímulo por dopamina. Al secretar la dopamina, el cerebro hace que el humano “se sienta bien”, y entre más se secrete, más va uno a querer sentir este placer.
Se activa al momento que uno ve/reconoce lo que le gusta (estímulo), y condiciona al cerebro inconscientemente. El flujo constante de dopamina hace difícil para que el individuo aleje su atención de su “meta” de conseguir las drogas, y acelera su atención hacia el valor motivacional de las drogas, aún y cuando éstas (drogas) ya no producen placer. Se vuelve un círculo vicioso, de manera que cada vez habrá más afectaciones cerebrales y la habilidad para el adicto de generar una sensación de placer se vuelve cada vez menor, necesitando mayores dosis, y creando más daños en el cerebro. Rara vez el placer recibido supera a la expectativa.
La Dra. Volkow, acertadamente hace una afirmación en una entrevista para el programa 60 Minutos: “La persona adicta toma drogas no tanto para sentirse bien, sino para sentirse “normal”. Las drogas afectan el área en el cerebro que permiten ejercer el libre albedrío. La corteza frontal es una de las áreas principales para ello. Si se daña, es como manejar sin frenos.”
En su estudio también habla acerca de una posible cura para la adicción. Comenta acerca de una investigación de unos pacientes que sufrieron un infarto cerebral, que eran fumadores “pesados”, y después de este infarto, se les “olvidó” el deseo de fumar. La explicación que da la Dra. Volkow es que la corteza insular, o comúnmente conocida como ínsula, se dañó con el infarto, y esta área hace que uno esté alerta de su condición o estado interno.
Un adicto debe evitar estar en una situación o estado que active al cerebro esta secreción para no caer en una reacción por impulso. Alguien que ha sufrido de una adicción, aún después de rehabilitación, puede ser vulnerable a recaer, y requiere de algún tipo de apoyo o tratamiento de por vida. El motivo es que el cerebro reacciona a lo que recuerda que esté asociado con el uso de las drogas (personas, lugares, cosas), que pueden activar deseos muy intensos, difíciles o imposibles de superar.
En el duelo, hay otros factores sensoriales adicionales a la vista como el olfato, oído, gusto, y tacto que pueden causar que la persona doliente reviva/despierte su sensación de tristeza o incluso depresión. Estas sensaciones también pueden activar una alegría inmensa y motivadora, cuando uno aprende a “dejar ir” con amor. Es importante saber en qué grado se encuentra uno, con la ayuda de un experto y no auto-medicarse ni auto-diagnosticarse, ya que pudiera resultar en consecuencias negativas, incluso irreversibles.
Bibliografía:
60 Minutes: “Hooked: Why bad habits are hard to break”. April 29, 2012.